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Por qué hablamos en ascensor

¿Por qué hablamos del tiempo al subir a un ascensor?

“Juntos pero no revueltos”. Este podría ser el dicho que mejor representa la reacción de la mayoría de seres humanos cuando al entrar en un elevador iniciamos con otra persona una conversación sobre el tiempo. Y es que según ha comprobado una empresa del sector del transporte vertical, este tipo de conversaciones banales en un espacio tan reducido como un ascensor se producen porque la distancia mínima que necesita una persona para sentirse segura frente a otros queda reducida. Un espacio que es clave para el ser humano: las personas necesitan un espacio mínimo para desarrollar su individualidad e intimidad y reconocerse como un ser independiente del resto. En el momento en que ese espacio físico no se tiene, como por ejemplo dentro de un ascensor, las personas pueden sentirse incómodas.

Es decir, que la reducción del territorio personal la interpretamos inconscientemente como un posible ataque, lo que puede activar una serie de reacciones fisiológicas de estrés y que provocan hablar por hablar.

Existen varias distancias en función de la situación en que se desarrolla la interacción y del tipo de la relación entre los protagonistas. Primero está la zona íntima que abarca desde los 15 a los 45 centímetros. En ella solo entran la pareja, los amigos y los familiares. En segundo lugar estaría la zona personal que recoge desde los 46 centímetros a 1,22 metros, distancia presente en reuniones sociales o fiestas. Y por último se encuentra la zona social, situada entre 1,23 y 3,6 metros, que es la distancia que se mantiene entre personas desconocidas.

De este modo, cuando entramos en un elevador o ascensor y esta última distancia no se cumple, solemos generar un patrón de cambios físicos que preparan el cuerpo para una posible conducta de defensa o huida. Entre ellos el aumento de la frecuencia cardiaca, la descarga de adrenalina en el torrente sanguíneo, la dilatación de las pupilas, la agudización del oído, o el incremento de la cantidad de sangre al cerebro y a los músculos. Esto implica que un acercamiento excesivamente íntimo, con una persona con la que no existe esa relación, puede producir una reacción incómoda en el individuo que lo recibe sintiéndose como una intromisión no autorizada en la zona privada. A pesar de esto, la persona receptora puede que mantenga la sonrisa y el gesto amable por norma social y pura cortesía.

Dado que todas las empresa de ascensores se preocupan para que el transporte de personas sea siempre lo más cómodo posible, también se trabaja con el fin de que las personas que viajen en sus ascensores –ya sea en un edificio de oficinas, en un hospital o en el edificio donde viven– se sientan lo más a gusto posible. Conseguir que un espacio reducido sea agradable se puede lograr prestando especial atención a ciertos detalles, como por ejemplo la iluminación, la climatización, los materiales de la cabina o sus decorados. De este modo se pueden atenuar los efectos negativos y la incomodidad de espacios reducidos y obtener un espacio agradable por reducido que sea.

Fuente: Artículo de “Revista del Ascensor”, Edición Nº102

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